Descripción
No pocos contemporáneos de Kant, incluidos algunos de sus
discípulos, fueron pródigos en la crítica mordaz del carácter sistemático de su
filosofía, y señaladamente, de la prosa filosófica en que ese carácter se
expresaba. Otros, en cambio, no se privaron de manifestar el deseo de ver al
filósofo aislado o acorralado en el recinto puramente especulativo del aula
académica, en la buena —o en la mala— compañía de todos los políticos
metafísicos de la época: «illa se iactet in aula!» Pero, temerosos de que los
muros o los barrotes metafóricos del aula no bastaran a contener la propagación
«popular» de las ideas del filósofo, completaron, con Burke, el verso de
Virgilio en inequívoca alusión a barrotes seguramente menos simbólicos: «Illa
se iactet in aula Aeolus, et clauso ventorum carcere regnet». Kant respondió en
su momento a los unos y a los otros, por separado, y también de consuno, pero
siempre desde la convicción, tenazmente mantenida, de la importancia de la
teoría filosófica y de una disciplina metodológica, las cuales, aun si
«impopulares» al comienzo, consideraba esenciales para una práctica moral y
política tan hostil al paternalismo moral como a su contracara, el despotismo
político (paternalista).
Bertomeu, M. (2010). Illa se iactet in aula!. Isegoría, (42),
pp. 73-90
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