Descripción
“En la medicina no tenemos que envidiar a ninguno: pues
tenemos quien nos sangre, nos purgue y nos mate tan perfectamente como los mejores
verdugos del universo": esta apreciación de Bernardo de Monteagudo, si bien
cierta, es injusta. Desde el siglo VII comenzó a darse una nueva relación entre
el cuerpo enfermo y la salud, entre el bienestar y el dolor y entre los médicos
y sus medios para enfrentarse con la muerte. Nacía un concepto primordial en
los Estados ilustrados: la salud pública, y por lo tanto, una nueva consideración
para con los médicos. La ciencia, y en particular la medicina, constituían un
medio esencial para demostrar su poder y sus intenciones, no sólo sobre individuos
o grupos tradicionalmente amparados, sino también sobre sectores de la
población hasta ese momento marginados por las políticas estatales. Hombres como
Jenner, Bordeau , Cabanis, Diemerbroeck, Tenon, Chausier, o el mismo O'Gorman,
en el Río de la Plata, gozaron de una creciente consideración social, aunque muchas
veces esta no se reflejaba en un respaldo práctico y material.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Cowen, M. (2000). La Muerte Niña: las patologías de la primera infancia en Buenos Aires. Fines del siglo XVIII - primeras décadas del siglo XIX. Anuario del Instituto de Historia Argentina, (1), pp. 95-108.
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