El título del libro: La conquista del pan, está tomado en el sentido más amplio, porque “el hombre no vive de pan solamente”. En una época donde los generosos y valientes intentan transformar su ideal de justicia social en realidad viviente, no es sólo a conquistar el pan, aun con el vino y la sal, a lo que se limitará nuestra ambición. Será preciso conquistar también todo lo necesario o lo simplemente útil para una vida confortable; es preciso que podamos asegurar a todos la plena satisfacción de sus necesidades y de sus deseos. En tanto que no hayamos hecho esta primera “conquista”, en tanto “que haya pobres entre nosotros”, es una burla amarga dar el nombre de “sociedad” a este conjunto de seres humanos que se odian y se destruyen entre ellos, como animales feroces encerrados en la arena del circo. Desde el primer capítulo de su obra, el autor enumera las inmensas riquezas que ya la humanidad posee y el prodigioso equipamiento en máquinas que ha adquirido gracias al trabajo colectivo. Los productos obtenidos cada año serían ampliamente suficientes para proporcionar el pan a todos los hombres; si el capital enorme de ciudades, fábricas, de medios de transporte y de escuelas devienen en propiedad común en lugar de ser aprisionadas en propiedades privadas, el bienestar sería fácil de conquistar: las fuerzas que estén a nuestra disposición serían aplicadas, no a trabajos inútiles o contradictorios, sino a la producción de todo aquello que el hombre necesita para su alimentación, su alojamiento y sus ropas, para su confort, para el estudio de las ciencias, para la cultura y el arte.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Kropotkin, P. (2005). La conquista del pan. Buenos Aires: Libros de Anarres.
Revolucionario y teórico del anarquismo ruso. Nacido en una familia aristocrática, fue dedicado a la carrera militar. Durante su destino en Siberia contribuyó a la exploración de aquel territorio y adoptó las ideas anarquistas, influido por Proudhon y Bakunin. Entre las obras de Kropotkin destacan La conquista del pan (1888), Campos, fábricas y talleres (1899), Ayuda mutua (1902) y Memorias de un revolucionario (1906). En ellas definió el comunismo libertario, ideología predominante entre los anarquistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que vino a sustituir al colectivismo de Proudhon y Bakunin. Consistía en defender la organización colectiva de la producción en comunas autosuficientes, regidas por una concepción del mundo estrictamente científica, unas relaciones sociales basadas en el apoyo mutuo y una moral de libertad, solidaridad y justicia.
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